El hombre de los cincuenta


Había escuchado que lo llamaban "el hombre de los cincuenta", aunque ella sabía que con quien ahora se encontraba conversando, por donde quiera que lo mirase, no podía pasar de los treinta años. Tampoco parecía mostrar rasgos que lo vinculasen a aquélla lejana década, así que el apodo debía referirse a otra característica. Su imaginación la hacía inclinarse a centenares de posibilidades, cada una más improbable que las anteriores, y fue esto lo que en definitiva ocasionó que optase por saciar su curiosidad, así que se lo preguntó directamente. El hombre frunció el ceño, como si no creyese lo que estaba oyendo, pero ella estaba decidida a resolver el misterio, así que presionó por una respuesta. Enfurecido, el hombre se puso de pie, sacó su gorda billetera desprovista de tarjetas de crédito y dejó el dinero que cubriría el pago de su café. La chica no lo vio irse; su mirada fija sobre todas las monedas de cincuenta céntimos amontonadas en la mesa. Sonrió satisfecha.



El mundo necesita más excéntricos.

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