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Showing posts from January, 2011

Mesa para cuatro

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Ya llevaba media hora desencantado con la conversación que mantenían algunos de sus amigos, sentados alrededor de una de las mesas de la fiesta a la que habían ido. La música, en su mayoría canciones que le desagradaban, sonaba con demasiada fuerza, lo cual volvía todo intento de atender a lo que los demás hablaban virtualmente fallido. Por ello había dejado de intentar. En un inicio se contentó con observar a las dos chicas que ocupaban su mesa, ambas tan feas que le era imposible no mirarlas. Esto le hizo pensar en una piscina vacía con baldosas de un color celeste en particular que le causaba náuseas, y en cómo de chico casi se ahogó tratando de aguantar la respiración por más tiempo del que era capaz. Luego se fijó en los dos amigos que lo acompañaban, empecinados en impresionar a las chicas feas, desesperados por conseguir siquiera un beso o de repente un par de toqueteos inapropiados. Creyó escucharlos mencionar algo sobre correr tabla, aunque pudo haber sido "comer caca&qu

Desde entonces no hay día que haya dejado de hacerlo

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Revoltijo de imágenes simultáneas, sucesión de eventos sin cronología, una vida en un segundo en sólo una página, un cuerpo en diecisiete lugares diferentes al mismo tiempo; y decisiones, miles de ellas, vitales e intrascendentes. En  la puerta de un cuarto de hotel, con la llave equivocada, con dos maletas de más y una familia que no es la suya, que lo mira, que lo olisquea, que de manera crítica se queda mirándolo a la espera de una palabra, al menos una, que no llega y que difícilmente volverá a salir de su boca. Entra a la habitación, cierra la puerta tras de sí, lanza la llave sobre una de las camas, devuelve la mirada a los presentes y grita. Tan solo por unos segundos. En ese preciso instante, cuatro puertas a la izquierda y dos pisos más arriba, toma asiento en el suelo, junto a la banda musical y algunos de los fanáticos. El humo que ocasionalmente sale de sus bocas y de los cigarrillos distorsiona sus rostros, los vuelve una masa gris entreverada, pero distingue las sonrisa

"Qué bonita es la vida, carajo"

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Las últimas palabras que te oí decir resonaron en mis oídos mientras contemplaba la difusa línea que intentaba separar el cielo del océano. Por unos instantes creí que volabas, pensé que ibas elevándote con la misma corriente de aire que sentía en mi rostro y en mis brazos, fue como si realmente tuvieses alas y estuvieras despegando del mundo para contemplarlo desde insospechadas perspectivas. Pero la sensación no duró más de unos segundos, lo suficiente para perderte de vista entre la maleza y las piedras, allá abajo adonde los sueños y los buenos momentos van a morir. La ironía de tu frase dejó un amargo sentir en todo mi cuerpo, y pronto no pude contenerme más y me lancé del risco tras de ti, siguiéndote; alcanzándote. Hasta ser inmortales. Sin alas de cera sobre nuestras espaldas, llegamos más lejos que Ícaro. A veces, y sólo a veces, para subir es necesario bajar un poco.