Arboleda de la desilusión
De seguro ya pensaba en los inocentes que arrastraría consigo, solo si las cosas no resultaban como lo tenía planeado, pero la duda carcomía sus entrañas y moriría en mayor sufrimiento si no confirmaba sus sospechas. Despegó sin problemas, tal y como se esperaba que lo hiciese, pero en el camino ya no pudo contener la culpa y avisó a los pasajeros que haría una parada "de emergencia", como la llamó él, solo por unos minutos, quizás hasta ni aterrizaría. Con las quejas en su espalda, inclinó el avión e inició el precipitado descenso, temeroso y hasta seguro de que este sería su último vuelo, ya fuese por pérdida de su licencia o de su vida. Faltando pocos metros para lo que parecía ser un choque inminente, pudo verla a la distancia, corriendo hacia los árboles con una energía que nunca creyó existente en ella; se veía feliz. Ahora sin dudas, incorporó el avión justo a tiempo para evitar el abrupto término de las vidas de centenas de pasajeros, pero no previó que su velocidad lo llevaría contra los árboles que se acercaban demasiado rápido. Manejó con la habilidad por la que era conocido, evitó que su avión perdiera las alas, pero desde hacía un buen rato sabía que volaba muy bajo, sabía que podía seguir evitándolo por unos minutos más, pero el fin que les esperaba era inevitable. Recordándola una vez más, en su felicidad, cerró los ojos y estrelló el avión en un lago cercano. Un niño de la zona vio esto y corrió al pueblo a despertar a los vecinos gritando: "¡Diosito lindo nos mandó un ángel!" No hubo sobrevivientes.
Una cara bonita puede causar accidentes.
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