Lo intenté

¿Por qué la confusión? Prométeme que dejarás de dar vueltas en el mismo lugar, que comenzarás a darle color al mundo, tu mundo. Y que ya nada será para siempre.


Ayer te vi por última vez, en aquella foto de hace años que aún guardo por si la memoria quiere obligarme a olvidarte, esa misma foto en la que aparece una niña retratada de espaldas. Cada vez que la miro es como si te viese a ti, un corazón que no conoce la libertad, un alma que no encuentra paz. La llevé a mi lugar favorito, ése allá en lo alto donde nos conocimos, y la enterré junto al gran árbol que siempre decías querer trepar. 

¿Qué pasó contigo? ¿Por qué decidiste dejar de luchar? ¿Dónde fueron a parar tus sueños? Te encogiste de repente, aplastada por los barrotes imaginarios a los que fuiste limitándote, hasta que dejaste de ser tú; simplemente dejaste de ser. Juntaste los labios y no dijiste más. Por mucho tiempo acepté tu decisión, comprendí que estabas tan perdida como yo, y que encerrarte en ti misma era la mejor solución a un problema que ni siquiera hoy existe.

Pero estoy cansado de esperarte, y la paciencia que una vez me acompañó se ha ido diluyendo con las lágrimas. Ahora eres todas las mujeres de mi vida, una historia más a la que deseo poner fin y no puedo. Golpeo tu coraza desde afuera, grito por ti y por mí, y por todos los que te extrañan, y porque me dejaste aquí; y así vas reduciéndote.

Ya no queda mucho; muy poco de dónde aferrarse a lo que aún hay de ti, el vago recuerdo de un rostro, una sonrisa y ojos que me persiguen en sueños. Pronto el viento se adueña de ti, y en un instante no estás más. No más. Pero yo sigo aquí.


Nunca es demasiado tarde para hacer algo.

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