Una escena
En mi cabeza visualizo una escena. Es un momento de aparente tranquilidad, aunque en el fondo asediado por la angustia; un momento que sé con seguridad que acabará, pero sin idea alguna de cuándo. Lo que vendrá luego es un camino cuesta abajo, un descenso sin descanso hasta el fin. Por ello la valía de ese momento, por ello la necesidad de disfrutarlo y aferrarme a él como la última posible satisfacción. ¿Pero cómo aprehender dicho placer si lo único en lo que pienso es en cuánto tiempo puede quedarme? ¿Y si no consigo terminar lo que comience? ¿Y si el final me sorprende desprevenido? Sentado en la mesa de un bar, mirando la puerta de salida por el rabillo del ojo, doy con indiferencia un último sorbo a mi trago y espero. Solo espero. Pensar mucho y hacer poco no suele llevarnos muy lejos.